El Palacio del Inticancha o Koricancha en Cuzco – Perú.

Cuzco o Cosco, el “ombligo del mundo”, contiene un sin fin de maravillas, muchas de ellas provienen de los tiempos antiguos, cuando la poderosa dinastía incaica gobernaba las tierras de Perú y gran parte de Sudamérica. Uno de estos palacios, aunque perdido en gran parte ya, es el que era conocido como “Templo del Sol” o Inticancha.

Este fastuoso palacio llamado también Koricancha o adoratorio del Sol (templo del sol como también se conocía) se hallaba antiguamente en el sitio ocupado hoy por el templo y convento de Santo Domingo erigido por los conquistadores españoles.

El Sol era la deidad que como se sabe, era la máxima divinidad de los antiguos peruanos del Imperio Incaico y en dicho templo estaba representado por un gran disco de oro que, según cuentan las crónicas, le correspondió como botín de conquista al español Mancio Sierra de Leguizamo, personaje que al final lo perdió la misma noche en un juego de azar.

La plazoleta que actualmente se llama de Santo Domingo y que antaño fuera el Inti pampa (llanura del Sol) era el lugar destinado al pueblo, mientras el Huillac Huma o Sumo Pontifice practicaba los ritos sagrados en el interior del recinto.

El templo del Sol o Inti Cancha era el de mayor de su clase en importancia, no sólo en el Cuzco sino también en todo el Imperio. Uno de los cronistas más destacados, Inca Gracilazo de la Vega, afirma que “todo lo dicho por todos los cronistas no alcanzaría a dar idea de la magnificencia de este templo”. Según se ha podido calcular y de acuerdo a las crónicas tenía unos cuatrocientos pasos de circuito, resguardado por altos muros de piedra primosoramente labrados. Las cornisas de los muros del templo, así como los muros interiores, estaban cubiertos de planchas de oro, por dentro y por fuera. El techo contrastaba con lo espléndido del edificio, pues era de paja. En el extremo Este, el gran disco solar y cerca a él estaban las momias de los Incas que gobernaron el Tahuantinsuyo.

Alrededor del actual patio del convento, se hallaban los otros edificios destinados a los cultos menores. En este santuario no solo se adoraba al Sol, también eran objeto de culto la diosa luna (killa), las estrellas (koyllor), el trueno (conununoj). el relámpago (illapa) y el arco iris (kuichi); prueba de ello si se suban las escaleras que conducen a los altos del convento, se encuentran los restos de lo que fuera el santuario de la Luna cuya extensión era de 51 por 26 pies.

El Santuario de las Estrellas, situado en la galería occidental del convento, tiene las mismas proporciones que el anterior. En este adoratorio se puede constatar la presencia de nichos que el cronista Garcilaso llama tabernácu]os y que siguiendo la opinión del Dr. Uriel Garcia habría que suponer que fueron estrados de honor, los que forrados con planchas de oro e incrustaciones de piedras preciosas, debieron tener un singular brillo como elemento decorativo.

Una huella latente hoy día y clara es el antiguo “tambor” o torreón parabólico, una magnifica construcción en piedra pulida de alta calidad, sobre la cual se ha construido un conjunto de arcos de estilo morisco y sirve de respaldo al ábside de la iglesia colonial.