Todo esta preparado para zarpar hacia la isla Victoria. Pero no en la clásica excursión masiva en catamarán sino en un paseo a vela por el Nahuel Huapi.
El velero espera en el Puerto Pireo, en el kilómetro 17 de la Avenida Bustillo, cuando Bariloche deja el cerro y se vuelve residencial. Es un J24, tiene 8 metros de eslora y fue traído hace un par de meses desde Brasil. Está acostumbrado al mar, pero ya le tomó el gusto al lago. La embarcación se llama Samba.
La nave avanza por el Brazo Campanario y las historias de mar van apareciendo en el lago. El timonel es flaco y se mueve ágil adentro del velero. Ha hecho muchos trabajos durante su vida, su nombre Pancho, pero nunca dejó de navegar. Hoy anda por los 40 años y cuando tenía un poco más de 20 recorrió el Mediterráneo a vela. Hasta cruzó el Atlántico desde las islas de Cabo Verde. Cuenta que tardó nueve días y pasó una tormenta eléctrica que no puede olvidar.
En el lago no hay miuras de tormenta, pero sí de viento, que en cualquier momento comienza a soplar fuerte. De repente todo puede cambiar.
De repente, de pasar a estar tranquilos escuchando historias, los pasajeros pueden estas escorados, volcados a estribor con el agua muy cerca de los pies. El en lago todo puede cambiar sin aviso. Y en cualquier momento el velero va rapidísimo, a siete nudos.
El capitán dice que no hay peligro a la vista, pero el viento desata la acción. Pancho toma el timón y no deja de mirar la vela ni un segundo. Hace un giro en U y retoma el rumbo hacia la salida del Campanario. Esto que comenzó como una muestra de show tourism se convirtió sin darnos cuenta en turismo de aventura.
Luego de un rato, vuelve la calma al lago y otra vez a escuchar cuentos magníficos. Obviamente no falta la historia de Nahuelito, el habitante del lago. Además de este misterio, el lago tiene varios islotes y una gran isla, Victoria, de las de 4.000 hectáreas.