Del país hermético que era China hace décadas atrás quedan pocos rastros. Ya no hacen faltas visas especiales, no hay lugares de interés que les estén vedados a los turistas y aunque su cultura y lenguaje siguen siendo limitantes enormes, ni las autoridades ni la gente ponen barreras en el camino. Ahora un consejo: nunca le ponga mala cara a un chino, no conseguirán nada así, sea amable, mantenga la calma y saldrá ganando.
Beijing o Pekín, al noroeste del país, es una ciudad sorprendente, hecha de pomposidades imperiales pero también sobresaltos estéticos. Las huellas milenarias se mezclan con la “pesada maoísta” que impuso el agobio arquitectónico del ideario soviético. No hay más que ir a la Plaza Tiananmen y comprobarlo. Justo enfrente está la Ciudad Prohibida, hogar y mundo de las dinastías Ming y Qing. Y allí se mantiene pese a Mao, con sus formidables parques y palacios perfectamente preservados. Conocer la Ciudad Prohibida es una emoción tan intensa como infranqueables fueron sus muros.
Beijing es una capital en acción. Modernismos de vanguardia se elevan con la solidez de acero que se despierta temprano y en los muchos museos y templos que alberga, sus habitantes pueden encontrar la calma para el recreo espiritual.
Shanghai, romántica hasta la medula, es capaz de colmar las expectativas de la imaginación más fértil.
El carácter que los franceses e ingleses le inspiraron a la que por años fue la única puerta de ingreso a China hay que buscarlo en el Bund y el entramado de canales que hicieron del comercio una actividad prospera. A lo largo del río Huangpu emergió una arquitectura colonial y el ritmo como centro internacional de negocios. Es la Wall Street de Shanghai. Aun hoy el río soporta un trafico denso de centenares de barcos y canoas que tocan sus bocinas todo el tiempo para no colisionar.
Los jardines Yuyuan son imperdibles, una autentica lección de cómo las diferentes filosofías pueden confluir para recrear la belleza en plantas ordenadas sin desentender el entorno ni un error.
Si toda Shanghai da para eternizarse, nada puede superar el impacto que causa la Ciudad Vieja. La nostalgia de sus calles angostas, sus precarias construcciones y un tiempo que las agujas del reloj no consiguen atrapar.
La pequeña comarca de Suzhou se caracteriza por estar construida alrededor de una serie de canales al estilo de Venecia. Sus habitantes se trasladan por el agua y sus casas parecen surgir de ella. Por todos lados se ven templos, pagodas y magníficos parques que a menudo sirven para realizar presentaciones teatrales o danzas tradicionales con sus coloridos dragones míticos.
Si vamos hacia el oeste llegamos a Xi’An, en la provincia de Shaanxi. Antigua capital imperial de China hasta el siglo IX, punto de partida en la ruta de la seda, esta ciudad amurallada de 6.000 años es hoy un centro industrial en contraste con sus tradiciones. El hallazgo arqueológico –en 1974- del ejercito de terracota, volvió a reubicar a Xi’An en la mira del mundo, nadie quiere perderse el espectáculo de ver aflorar de la tierra una orden milenaria de 7.000 hombres de barro. Fue en el año 220 aC que el emperador Quin Shi Huang, para preservar su espíritu guerrero en el más allá, ordenó que una fuerza militar completa fuera moldeada a tamaño natural. El ejercito hallado en posición de combate y mirando a la tumba del emperador sufrió saqueos múltiples, pero aun así el asombro que provoca es enorme.
Guilin, pequeña población amparada en las formaciones montañosas, tantas veces plasmadas por el arte chino. En Guilin habitan seres astutos que entrenan cormoranes para pescar. Los pescadores atan una cuerda al cuello de estos pájaros y salen en busca de sus provisiones. ¿Ingeniosos no?
q buenas fotos
jejejeje
pero andaaaaaa ehhhhhhh