Fiesta de la Puna

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Cada 15 de agosto, la localidad jujeña de Casabindo recibe miles de turista que llegan a celebrar con toro y toreros la gran fiesta de la Puna a la Virgen de la Asunción.

Las calles de tierra de Casabindo no son transitadas habitualmente pero cada 15 de agosto sus 300 habitantes se convierten en los anfitriones de más de 8.000 personas que arriban de todos los puntos del planeta para presenciar la corrida de toros mas conocida de toda la Puna.

El escenario de festejo se encuentra ubicado a 270 Km. de la capital jujeña, lejos del asfalto, y conmovedora la Asunción de la Virgen Maria. Banderines de muchos colores adornan la plaza central y muchísimas empanadas de carne cocinadas en horno a leña se enfrían a la intemperie. Algunos venden rifas para recaudar fondos para la escuela local.

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Los puestos de comida que se encuentran alrededor de la plaza central ofrecen platos regionales, como por ejemplo locro, sopa de quinua, asado de cordero, empanadas y tamales. Para acompañar tan ricos manjares no falta la chicha y una bebida alcohólica derivada de la fermentación del maíz.

Cantidad de artesanos de arcilla y madera, tejedores de lana y orfebres exhiben sus trabajos en una feria local que mezcla objetos tradicionales con souvenirs del encuentro.

El día comienza a las 10 de la mañana, poco después de que el sol gana altura suficiente tras los cerros con una misa donde fieles y devotos aprovechan la visita del sacerdote para bautizarse o tomar la Primera Comunión en la capilla del pueblo, conocida como Catedral de la Puna. Después de la celebración se inicia una larga procesión de vírgenes, encabezadas por la Virgen de Asunción. Algunas de las imágenes son traídas de los pueblos vecinos y parecieran formar un desfile de muñecas por la cantidad y el colorido de los vestidos y las flores con que están adornadas. En cada esquina del pueblo son bendecidas con un incienso de hierbas perfumadas mientras tres bailarines representan el Bien y el Mal bajo sombrero de toro y caballos.

Detrás de las Vírgenes van los Samilantes espantando en un ritual ancestral llamado “baile de la cuarteada”. Con atuendos de plumas de avestruz y cascabeles en las rodillas danzan n pareja y sostienen un cuarto de cuero de cordero con piel que servirá de ofrenda.

A 3.400 metros de altura, cuesta creer que sea la pequeña Casabindo, que estuvo sometida a la encomienda durante la colonización, la localidad que mantiene esta celebración de rituales cristianos y paganos. Es, se sabe, la única fiesta taurina que se lleva a cabo aun en la Argentina. Pero se trata de una ocasión singular que no s condice con la vida que el pueblo lleva del 16 al 14 de agosto del siguiente año. Cuando es el 15 de agosto no cabe ningún alfiler. El corral de piedras junto a los ansiosos toros, un grupo de hombres realiza la “corpachada” una tradicional celebración en honor a la Pachamama donde de rodillas se le ofrecen cigarrillos, hojas de coca, comida y vino, susurrando plegarias de agradecimiento por las cosechas y la multiplicación de hacienda recibida durante el año.

Mientras tanto, con el sol bien alto la gente reserva su lugar sobre las paredes de la plaza central, convertida ahora en la Plaza de Toros. Los muros perimetrales y hasta el techo de la iglesia sirven de platea para el espectáculo. Una explosión deja una pecunia nube de humo en el cielo y comienza la toreada.

Los improvisados toreros, armados únicamente de poncho rojo, se enfrentan cara a cara con el toro, que no será herido ni sacrificado, el fin perseguido es quitarle la vincha de monedas de plata que lleva entre sus cuernos para ofrecérsela a la Virgen de Asunción.

Por una promesa, una ofrenda o una suplica, muchos valientes se atreven al desafío.
Los turistas figuran en la lista de adeptos y se llevan una curiosa anécdota de una toreada de participación voluntaria y amateur sin trajes vanidosos, ni piruetas sofisticadas que derramen sangre.

Con la caída del sol y el descenso de la temperatura los turistas se alejan detrás de la polvorienta nube de autos y los lugareños regresan peregrinando hacia el corazón de la Puna, masticando coca para aligerar el paso y calmar el sueño. Hasta el próximo 15 de agosto cuando Casabindo vuelva a vestirse de fiesta.

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