Una de las fiestas más riesgosas y emocionantes del mundo tiene lugar en España. Únicamente para valientes…
A San Fermín le pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín! Los mozos levantan sus periódicos enrollados y cantan frente a la imagen del santo, colocada en una hornacina en la Cuesta de Santo Domingo.
Faltan exactamente 5 minutos para las 8 de la mañana en una muy navarra localidad de Pamplona. De nuevo se hace el silencio, y otra vez el canto. Faltan tres minutos. Una vez más. El reloj de San Fermin da las 8. Se dispara el chupinazo (cohete), se abre la puerta de los corrales y los policías municipales abren paso para que empiece la corrida.
Un segundo cohetazo avisa que la manada completa ha salido de los corrales. Son en total seis toros y once cabestros (toros mansos divididos en grupos, algunos por delante y otros por detrás, que llevan cencerros) que persiguen a los miles de corredores que intentaran llegar ilesos hasta la Plaza de Toros. El recorrido tiene casi 849 metros y está delimitado por un doble vallado. Un grupo de pastores sigue a los toros para evitar que se vuelvan en sentido contrario o que se queden rezagados o parados en algún punto. Su única protección es una vara.
Los primeros 280 metros son de pendiente pronunciada, es uno de los tramos más grosos del recorrido. El gentío grita emocionado desde atrás de las vallas. Después de pasar por la Plaza del Ayuntamiento viene la curva de Estafeta. La calle tiene un giro de 90 grados, los toros se resbalan, los más expertos saben que deben tomarla por el ángulo corto para no quedar atrapados. En la Bajada de Javier el trote aminora. La mayoría de los corredores utiliza el periódico enrollado para medir las distancias con el toro, sin tocarlos.
Algunas reses quedan sueltas, la manada se disgrega y en ciertos tramos no hay más refugios que los portales de las casas. La multitud enardece. El tramo descendiente del Callejón tiene forma de embudo y hay riesgo de amontonamiento. Por el centro se deja el paso libre a los animales, justo antes de entrar en la Plaza de Toros, donde esperan los dobladores para atraerlos con sus capotas al toril. Hay que abrirse en abanico y buscar el amparo de los burladeros.
Suena el tercer chupinazo. Toros y cabestros están en la Plaza. El griterío es ensordecedor, los aplausos, interminables. Los animales entran en los corrales y se dispara el último cohete. La corrida ha llegado a su fin. Fueron los cinco minutos más emocionantes del día.
Los actos
En cualquier rincón de la ciudad y a cualquier hora de la mañana hay infinidad de actuaciones para todos los gustos y públicos. El 6 de julio es el día del chupinazo, o txupinazo. A las 12 en punto, miles de personas vestidas de blanco y rojo se congregan en la Plaza Consistorial para dar inicio a las fiestas. Hay que acudir con tiempo, el lugar está siempre abarrotado y no entra ni un alfiler. La gente canta, grita, espera a que se encienda la mecha del cohete. La emoción estalla, los pañuelos rojos (la prenda sanfermiana por excelencia) se agitan y se descorchan botellas. Comienzan las fiestas. A las 8 de la tarde se celebran las vísperas en honor a San Fermín en la iglesia de San Lorenzo.
A las 10 de la mañana del día 7 –después del Gran Evento del Encierro- sucede otro acto multitudinario, querido y tradicional. Miles de personas vestidas de blanco impecable acompañan a la imagen del santo (una talla en madera del siglo XV en cuyo pecho se guardan reliquias de San Fermín) que recorre las calles del casco antiguo.
El resto de los días, recorre el centro de la ciudad La Comparsa de Gigantes y Cabezudos, una corte de 25 figuras de cartón de casi cuatro metros portadas por mozos, al ritmo de la música de gaiteros. Los gigantes son cuatro parejas de reyes que representan Europa, Asia y América. Los Kilikis son el cortejo de ediles y su misión es asustar y divertir al pueblo, persiguiendo a los niños. Los cinco Cabezudos preceden la comitiva, son los más serios, no bailan y camina muy dignos.
El día 14 a las 13 es la despedida en la estación de autobuses. El resto del año La Comparsa sale únicamente en las celebraciones de San Fermín Chiquito (septiembre) y el 29 de septiembre, día de San Saturnino.