Uluru-Kata Tjuta, Australia

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Al suroeste del Northern Territor y en el centro de un desierto que se intuye inabarcable, existe una región habitada por aborígenes desde hace 40 mil años. Son los anangu, dueños de una cultura considerada la más antigua del mundo.

La creación de su Nacional Park fue el 24 de mayo de 1977. En realidad, la fecha que se conmemora es la del 26 de octubre de 1985, cuando los anangu recuperaron las tierras.

La superficie del parque es de 311.000 hectáreas.

Si pasa por estas tierras no deje de visitar el Centro Cultural que contiene la historia del Parque, muestras de pinturas anangu y fotografías e infografias de la flora y fauna.
Tiene restaurantes y baños en excelentes condiciones. Es la única construcción dentro del parque, más allá de los miradores.

El pase estándar para ingresar es por un mínimo de 3 días y su precio es accesible. El Parque está abierto todo el año, excepto los días que dedican a las ceremonias anangu. El horario de 5.00 de la mañana a 20.00 aproximadamente.

La mejor época para conocerlo es en invierno, en junio y julio, cuando las temperaturas oscilan entre 30º durante el día y 0º por la noche. En verano llegan a los 48º y 18º respectivamente. Son indispensables protector solar y sombrero. Calcule quedarse por lo menos dos noches.

Atractivos cercanos: Ayers Rock Resort, justo a la salida del Parque, tiene cinco hoteles de distintas categorías, restaurantes y un centro de visitantes.

“Esta es tierra aborigen y usted es bienvenido. Mire alrededor y aprenda, para entender a los aborígenes y aprender que su cultura está fuerte y viva”, así de la bienvenida Nallie Patterson, anangu.

Lo llaman Outback. Afuera y atrás. Es el interior, lejos, lejisimo de las grandes urbes costeras. Es donde los pueblos están separados por distancias enormes y el vecino más cercano se encuentra a cientos de kilómetros, donde el paisaje es una constante plana y eterna, donde el calor del mediodía raja la polvorosa tierra y hasta las hormigas están obligadas a refugiarse.

Para llegar al corazón de Australia, primero hay que dejar atrás la imagen de sus modernas ciudades, después hay que despedirse del verde de los bosques y el azul profundo de los mares que la rodean. Tres largas horas de vuelo son necesarias para aterrizar en Ayers Rock, un punto minúsculo en el desierto australiano, el segundo más grande del mundo después del Sahara. Es necesario adaptarse al rojo infinito salpicado de arbustos verdoso-amarillentos, a los espacios demasiados abiertos y a las llanuras sin sombras.
Si a lo lejos se levantara una nube de polvo seria apenas una manada de emus a toda carrera, espantados por algún dingo. Emu: plumífero de gran porte tipo ñandú. Dingo: perro salvaje de pelo corto, castaño rubio, patas altas y ojos claros. El resto es en apariencia solo silencio y soledad.

“Nosotros, los dueños tradicionales de Uluru-Kata Tjura National Park, somos descendientes directos de los seres que crearon la Tierra durante el Tjukurpa. Siempre estuvimos aquí. Nos llamamos a nosotros mismos anangu, y quisiéramos que ustedes nos llamen así.” Centro Cultural Uluru-Kata Tjuta.
Tjukurpa es la primera palabra (y la más importante) que se aprende al llegar a Ayres Rock. Tjukurpa lo es todo. Es el tiempo de la creación. Es la ley. Es la naturaleza. Es la religión y la moral. Es el pasado el presente y el futuro. Es la relación entre todos los seres del planeta. Es la palabra que contiene el sentido de la vida y rige por lo tanto la existencia del pueblo aborigen de los anagu, cuya traducción es simplemente “gente”. Ellos existen en este sitio apartado y hostil desde el principio de los tiempos y la suya es considerada la cultura viva más antigua, con una historia de al menos 40 milenios, para conocerlos hay que mirar a través de sus ojos. Una población digna de ser respetada.

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